martes, 1 de octubre de 2019

00:12

Dejé el pasado en el beso de aquella noche. Estábamos en un punto exacto entre tu casa y la mía y me miraste de una manera que no habías hecho nunca antes.

Sé que solté parte de mis miedos esa noche porque cuando dijiste en forma de interrogante "¿crees que esto está bien?" lancé una sonrisa. Pero estaba sonriendo más para mí que para cualquier otra persona en el mundo. Por fin me estoy dejando llevar, por fin tengo al corazón y a la razón conduciendo en la misma dirección y en vez de estar haciendo lo que debería, estoy haciendo lo que quiero.

A veces es muy difícil darse cuenta de las cosas cuando no quieres ver lo evidente y yo estuve un tiempo negando lo que los demás habían visto. Nunca dudaré de que ese mal trago me hizo crecer y probablemente si volviésemos atrás volvería a tropezarme con las mismas piedras.

Aquella noche de la que hablo algo cambió en mi cabeza. Sé que me volví valiente porque te confesé que había complejos que existían y, aunque aún no sabes cuales son, estaría dispuesta a contártelos. A veces me gustaría que pudieses entrar en mi cabeza y le dieses orden a todo lo que pasa ahí dentro, pero al tiempo me di cuenta de que podrías hacerlo si realmente te dejase.

A veces tengo miedos que no sé decir en voz alta pero te contaría cada vez que nos quedamos a solas porque no vas a juzgarme y eso hace que la soga que tengo en el cuello cada vez esté más floja.

No creo en las casualidades ni en el destino, pero a veces me hacer dudar porque parece que apareciste aquel día porque te necesitaría conmigo el día que se tambalease todo.

Tengo claras tantas cosas desde hace un tiempo que me parecería una mentira empezar a decir que lo que he ido haciendo no es lo que quería estar haciendo en el momento. Por eso aquella noche todo empezó a ordenarse, como un efecto dominó al que sólo le faltaba el empujón final.

Entonces estábamos tu y yo. Y yo y mi cabeza. Y absolutamente todo parecía tener sentido porque no me estaba arrepintiendo, a pesar de las preguntas que me hacías para asegurarte de que estaba justo donde quería estar.

Aquella noche, cuando subí a casa, tuve claras muchas cosas. Pero sobre todo, fui consciente de que esta vez sí había pasado página.



miércoles, 22 de mayo de 2019

23:34


No entiendo a quién le gusta poner límites.


¿Acaso desde fuera pretendes controlar lo que late dentro de mi pecho?

No veo error en enamorarse en una sola semana. No veo error en querer vivirlo todo rápido, intenso, ya.

¿Quién te crees que eres para criticar lo  que siento?

Conocí a alguien una vez y al poco tiempo ya quise verle dormir. Me parece tan maravilloso dormir con alguien. Aporta tanta paz ver a dormir a quien aprecias. A veces pienso que las cosas que duran para siempre son las que no olvidamos por mucho tiempo que pase. Quizás es el beso que no te esperas el que dura eternamente y no el que te dan todos los días porque es lo que debe hacerse.

Una vez conocí a alguien que me pidió ser sincera y desde aquel junio le prometí que todo lo que pasase por mi cabeza se lo diría. Lo sigo haciendo a día de hoy y aunque siempre ha sido muy intenso me pareció maravilloso descubrir cómo se siente eso.

Me criticaron por latir a 140 latidos por minuto dentro de un coche a las 6 de la mañana sin preguntarse que quizás necesitaba ese bombeo de sangre para sobrevivir a lo que tenía encima. Me estaba faltando oxígeno y la bocanada de aire que me salvó la vida vino de quien acababa de llegar y sin saberlo me quitó la estabilidad enfermiza que me mantenía dentro de la gravedad de convertirme en quien no quería ser.

Y fue intenso.

Intensidad. Me criticaron la intensidad y fue aquel por quien me estaba perdiendo. Ahora sonrío cada vez que imagino que sería imposible este todo entre toda la nada que compartíamos.

A veces recuerdo aquel año. Aquel junio. Aquel verano. Estuvo de lleno de cambios, pero fue el mayor acierto. 

No me arrepiento.

Lo prometo.

No me arrepiento.