miércoles, 25 de julio de 2018

Sempiterna.

Según dice la RAE,
que durará siempre; que, habiendo tenido principio, no tendrá fin.
Yo lo leí y lo entendí todo.

Recuerdo el verano antes del caos, el momento, el sitio. Cuando me dijiste que a mi boda vendrías aún sin invitación porque un papel no significaba nada. Y tu frase de después: nuestro lazo afectivo es más fuerte que el de sangre. Después me diste un abrazo. 

Me acuerdo de tu risa, y si hablamos de detalles tengo grabada en la memoria hasta la forma de tu boca. Recuerdo las vacaciones, y como me reñías por usar demasiada pasta de dientes.

Después aquel enero. Tu frase. Cómo me miraste. Y la semana de después. Lo entendí todo, lo prometo. De verdad que lo entendí. 

Fui fuerte hasta el final. De verdad. No me dejé ver ni una grieta. Y cada vez que te miraba te veía la mujer más valiente del mundo, jamás dejaste de sonreír, incluso cuando te costaba saber quién era.

Esa noche estaba pensando en ti justo en ese momento. Creo que por dentro se me partió algo cuando mi madre me lo dijo. Una hora más tarde supe qué fue lo último que pediste. Sin saberlo me diste una tranquilidad increíble.

Nuestra conexión fue irrompible.

Menuda marca dejaste.

Sempiterna eres tú, siempre.