jueves, 19 de abril de 2018

Mariana

He intentado hacerme la fuerte tanta veces, que seguir aun fingiendo que puedo sola me parece la más grande de las mentiras.

He intentado no romperme o que nadie me viese las grietas desde aquel enero en el que te vi, en el sitio menos esperado, en el sitio menos deseado.

He aparentado tenerlo todo controlado, haber asumido lo que había. Pero hay imágenes que no se podrán ir de mi cabeza nunca.

He querido ser investigadora, averiguar la solución, encontrar la cura. Y claro que me he sentido inservible al no haberlo conseguido.

Aún sigo recordando todo lo que pasaba por mi cabeza cada vez que me preguntaban por ti. Aún recuerdo el reproche de mi abuela el día que supe algo y no se lo conté.

Sigo pensando que hay cosas de las que siempre debería ser la última en enterarme. Pero crecí.

Lo más difícil de esto ha sido aprender cómo es su aspecto, pero me has enseñado tanto que sería absurdo no reconocerlo.

La más grande de las putadas es escribir esto sin tener la certeza de si podrás llegar a leerlo.

Hoy he empezado a ver un vídeo de una chica a la que esta mierda le quitó a su padre. He pensado tanto en ti que no lo he terminado. Hoy también he empezado a leer un libro de alguien que también vivió esto. Pero no he pasado de la segunda cara.

Aún no sé cómo se hace cuando te lo cuentan, pero mucho menos cómo se hace cuando lo estás viendo y en tu cabeza sólo se agolpan las imágenes de algo que sabes qué es, pero no quieres que sea.

Aún no sé qué es lo que debería decir cuando me siento en el borde de tu cama y todo lo que se hacer es cogerte de la mano o acariciarte la espalda.

Necesito a alguien que me dé una explicación válida de esto. Yo tengo varias y no me sirve ninguna.

Tengo que reconocer que una vez vi una película y creí entender el mensaje. Pensé que entendí el final. Pero no lo hice entonces.

Hay monstruos que hasta que no vienen a verte de frente no eres capaz de reconocer.

No me dio tiempo a decirte esto,
pero tú ya lo sabías todo.